En una realidad donde el 10% más rico de la población mundial obtiene más de la mitad de la renta mundial y posee prácticamente toda la riqueza del planeta, y en donde sólo un puñado de países reúne las condiciones necesarias para una auténtica movilidad social, la gente está perdiendo la fe en que los sistemas políticos y económicos, de los que dependen las empresas, les beneficiarán a ellos y a sus familias. Al mismo tiempo, nos encontramos al borde de la mayor crisis del costo de vida, generando la invasión rusa de Ucrania una tormenta perfecta de crisis alimentaria,energética y financiera, que afectará con mayor dureza a los y las más vulnerables de nuestras sociedades.En una realidad donde el 10% más rico de la población mundial obtiene más de la mitad de la renta mundial y posee prácticamente toda la riqueza del planeta, y en donde sólo un puñado de países reúne las condiciones necesarias para una auténtica movilidad social, la gente está perdiendo la fe en que los sistemas políticos y económicos, de los que dependen las empresas, les beneficiarán a ellos y a sus familias.
Al mismo tiempo, nos encontramos al borde de la mayor crisis del costo de vida, generando la invasión rusa de Ucrania una tormenta perfecta de crisis alimentaria,
energética y financiera, que afectará con mayor dureza a los y las más vulnerables de nuestras sociedades. Estas crisis están agravando aún más las desigualdades
y fragilidades derivadas de la pandemia del COVID-19, así como las crecientes presiones que se desencadenan como consecuencia de la emergencia climática.